" El viaje como imagen de la vida y como aventura de la imaginación
han sido dos constantes de nuestro pensamiento.
La vida es un viaje de la luz a la oscuridad.
La vida es siempre el viaje del héroe de las mil caras,
del millón de caras, y cada día viajamos de la mañana a la noche;
de noche viajamos en nuestro sueños;
de día viajamos por los sueños que tenemos con los ojos abiertos.
Y no tenemos que ir muy lejos.
Viajamos en nuestros recuerdos y podemos viajar en los recuerdos de otros,
en las memorias y las autobiografías de Zweig, Neruda, Casanova.
Leer a Balzac es viajar a la Francia del siglo XIX,
leer a William Faulkner es viajar al sur profundo de Estados Unidos de los años treinta,
leer a Mariano Azuela es viajar a las entrañas de la Revolución.
Vámonos con Martín Luis Guzmán y Pancho Villa a la toma de Zacatecas.
Vámonos con Alejo Carpentier al siglo de las luces.
Vámonos con Rafael F. Muñoz a Bachimba.
Vámonos con Borges de ida y vuelta al infinito.
Vámonos con Alicia al otro lado del espejo.
¿Por qué no decirle a nuestros niños que cuando abrimos un libro,
sus páginas se transforman en velas, y con ellas desplegadas
podemos navegar a los rincones más lejanos de nuestro país,
a los recovecos más misteriosos de nuestra historia,
a las tierras más altas de la imaginación?
Fueron viajeros Robinson Crusoe y Arthur Gordon Pym.
Viajó Gulliver, viajó Simbad, viajó Tartarín y el capitán Ahab.
¿Por qué no decirle a nuestros niños y a nuestros jóvenes
que con los libros pueden viajar por el dolor y la alegría de los seres humanos,
y por sus esperanzas, por su soledad, su amor y sus pasiones?
¿Por qué no decirles que con los libros podrán viajar al centro de sí mismos,
por los mares de sus conciencias, por las profundidades de sus pensamientos? "
han sido dos constantes de nuestro pensamiento.
La vida es un viaje de la luz a la oscuridad.
La vida es siempre el viaje del héroe de las mil caras,
del millón de caras, y cada día viajamos de la mañana a la noche;
de noche viajamos en nuestro sueños;
de día viajamos por los sueños que tenemos con los ojos abiertos.
Y no tenemos que ir muy lejos.
Viajamos en nuestros recuerdos y podemos viajar en los recuerdos de otros,
en las memorias y las autobiografías de Zweig, Neruda, Casanova.
Leer a Balzac es viajar a la Francia del siglo XIX,
leer a William Faulkner es viajar al sur profundo de Estados Unidos de los años treinta,
leer a Mariano Azuela es viajar a las entrañas de la Revolución.
Vámonos con Martín Luis Guzmán y Pancho Villa a la toma de Zacatecas.
Vámonos con Alejo Carpentier al siglo de las luces.
Vámonos con Rafael F. Muñoz a Bachimba.
Vámonos con Borges de ida y vuelta al infinito.
Vámonos con Alicia al otro lado del espejo.
¿Por qué no decirle a nuestros niños que cuando abrimos un libro,
sus páginas se transforman en velas, y con ellas desplegadas
podemos navegar a los rincones más lejanos de nuestro país,
a los recovecos más misteriosos de nuestra historia,
a las tierras más altas de la imaginación?
Fueron viajeros Robinson Crusoe y Arthur Gordon Pym.
Viajó Gulliver, viajó Simbad, viajó Tartarín y el capitán Ahab.
¿Por qué no decirle a nuestros niños y a nuestros jóvenes
que con los libros pueden viajar por el dolor y la alegría de los seres humanos,
y por sus esperanzas, por su soledad, su amor y sus pasiones?
¿Por qué no decirles que con los libros podrán viajar al centro de sí mismos,
por los mares de sus conciencias, por las profundidades de sus pensamientos? "
Fernando del Paso