domingo, 12 de junio de 2011


A Luis Cernuda            
    Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,               
casi borrosas, de mi adolescencia 
(era en mil novecientos me parece               
cuarenta y nueve) 
porque en ese mes 
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña               
lo mismo que el calor que empezaba, 
nada más 
que la especial sonoridad del aire               
y una disposición vagamente afectiva.

           Eran las noches incurables               
y la calentura. 
Las altas horas de estudiante solo 
y el libro intempestivo               
junto al balcón abierto de par en par (la calle 
recién regada desaparecía               
abajo, entre el follaje iluminado) 
sin un alma que llevar a la boca.               
              Cuántas veces me acuerdo               
de vosotras, lejanas 
noches del mes de junio, cuántas veces 
me saltaron las lágrimas, las lágrimas               
por ser más que un hombre, cuánto quise 
morir 
o soñé con venderme al diablo,               
que nunca me escuchó. 
Pero      también 
la vida nos sujeta porque precisamente 
no es como la esperábamos. (Jaime Gil de Biedma).


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