Il Tuffatore
Esta imagen de quien se zambulle dando un salto desde los confines del mundo supuestamente conocido, a partir de las columnas del templo de Hércules, hacia las ignotas aguas del mar abierto, a lo no ya definido, nos lanza, quizá, a otras posibilidades de vida. Las buscamos.
Se encuentra en un fresco de la tumba etrusca del nadador que se arroja a la mar (475 a C), en Paestum y nos convoca con su audacia a ensanchar los límites de lo posible. La imagen ha sido históricamente reproducida, recreada una y otra vez en las escuelas de dibujo, de bellas artes, en las academias y en los deseos de quienes precisamos algo diferente.
Il Tuffatore me acompaña como un desafío y un estímulo, en la pantalla de mi ordenador, en la pared de mi despacho o de la terraza de casa. Ha estado a la vista en mis lugares de trabajo y, si resulto convencional, reconozco que sin esta advocación pagana sería aún peor. Nos llama al reto y al coraje de vivir y de pensar, para responder, para arriesgar, para afrontar el peligro que siempre reclama otras experiencias y que hemos de evitar que nos impida la acción. El miedo es el gran elemento paralizador.