El 6 de abril de 1943 Antoine de Saint-Exupéry, piloto de guerra y escritor, que vivía en Nueva York publicó
El Principito. Un año después, Saint-Exupéry moría cuando viajaba en su avión camino de una misión. La obra no tuvo en ese momento el éxito que conseguiría años después y que todavía tiene.
El Principito es un libro que sigue vigente por la temática que
trata. Su contenido filosófico y social es aplicable a toda la sociedad. Se trata de un libro apto para todas las edades: lo leen los niños y lo releen los mayores.
El libro es una herramienta para buscar un pensamiento crítico. Una historia que se lee una vez y no se olvida.
Entonces apareció el zorro.
-Buenos días -dijo el zorro.
-Buenos días -respondió cortésmente el principito, que
se dio vuelta, pero no vio nada.
-Estoy acá -dijo la voz- bajo el manzano...
-¿Quién eres? -dijo el principito-. Eres muy lindo...
-Soy un zorro -dijo el zorro.
-Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-. ¡Estoy
tan triste!...
-No puedo jugar contigo -dijo el zorro-. No estoy
domesticado.
-¡Ah! Perdón -dijo el principito. Pero, después de
reflexionar, agregó:
-¿Qué significa «domesticar»?
-No eres de aquí -dijo el zorro-. ¿Qué buscas?
-Busco a los hombres -dijo el principito-. ¿Qué significa
«domesticar»?
-Los hombres -dijo el zorro- tienen fusiles y cazan. Es muy
molesto. También crían gallinas. Es su único interés. ¿Buscas gallinas?
No -dijo el principito-. Busco amigos. ¿Qué significa «domesticar»?
-Es una cosa demasiado olvidada -dijo el zorro-. Significa
«crear lazos».
-¿Crear lazos?
-Sí -dijo el zorro-. Para mí no eres todavía más que un
muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me
necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero,
si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en
el mundo. Seré para ti único en el mundo...
-Empiezo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor...
Creo que me ha domesticado...
-Es posible -dijo el zorro-. ¡En la Tierra se ve toda
clase de cosas...!
-¡Oh! No es en la Tierra -dijo el principito. El zorro
pareció muy intrigado:
-¿En otro planeta?
-Sí.
-¿Hay cazadores en ese planeta?
-No.
-¡Es interesante eso! ¿Y gallinas?
-No.
-No hay nada perfecto -suspiró el zorro. Pero el zorro
volvió a su idea:
-Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan.
Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues,
un poco. Pero, si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido
de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen
esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música.
Y además, ¡mira! ¿Ves, allá, los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí
el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste!
Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será
maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del
viento en el trigo...
El zorro calló y miró largo tiempo al principito:
-¡Por favor... domestícame! -dijo.
-Bien lo quisiera -respondió el principito-, pero no tengo
mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen las cosas que se domestican -dijo el
zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a
los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no
tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!
-¿Qué hay que hacer? -dijo el principito.
-Hay que ser muy paciente -respondió el zorro-. Te sentarás
al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no
dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos Pero, cada día, podrás
sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente volvió el principito. -Hubiese sido
mejor venir a la misma hora -dijo el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las
cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la
hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré
el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué
hora preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
-¿Qué es un rito? -dijo el principito.
-Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo
que hace que un día sea diferente de los otros días: una hora, de las otras
horas. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las
muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un día maravilloso. Voy a pasearme
hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se
parecerían y yo no tendría vacaciones.
Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó
la hora de la partida:
-¡Ah!... -dijo el zorro-. Voy a llorar.
-Tuya es la culpa -dijo el principito-. No deseaba hacerte
mal pero quisiste que te domesticara...
-Sí-dijo el zorro.
-¡Pero vas a llorar! -dijo el principito.
-Sí-dijo el zorro.
-Entonces, no ganas nada.
-Gano -dijo el zorro-, por el color de trigo. Luego, agregó:
-Ve y mira nuevamente a las rosas. Comprenderás que la
tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un
secreto.
El principito se fue a ver nuevamente a las rosas:
-No sois en absoluto parecidas a mi rosa: no sois nada aún
-les dijo-. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como
era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le
hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Y las rosas se sintieron bien molestas.
-Sois bellas, pero estáis vacías -les dijo todavía-. No
se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi
rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto
que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse
bajo un globo. Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con el biombo. Puesto
que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron
mariposas). Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o
aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa.
Y volvió hacia el zorro:
-Adiós -dijo.
-Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy
simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
-Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el
principito, a fin de acordarse.
-El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea
tan importante.
-El tiempo que perdí por mi rosa... -dijo el principito, a
fin de acordarse.
-Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-. Pero
tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado.
Eres responsable de tu rosa...
-Soy responsable de mi rosa... -repitió el principito, a
fin de acordarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario