domingo, 29 de abril de 2012

Se cumplen cien años de la publicación de Campos de Castilla

En la primavera de 1912, poco antes de la muerte de Leonor, Antonio Machado publicó Campos de Castilla. Por este libro de poemas recibió de la editorial Renacimiento 300 pesetas. En esta carta a Juan Ramón Jiménez, señala la inminencia de su publicación:

Señor don Juan Ramón Jiménez.
Queridísimo Juan Ramón:
Aunque con algún retraso me llega su libro Poemas mágicos y dolientes que con toda el alma le agradezco.
Vivo retirado en un rincón de Castilla donde me siento —con harta satisfacción— olvidado de casi todo el mundo, y me encanta saber que me recuerdan los pocos a quienes yo no olvidaré nunca.Hace dos años me casé y una larga enfermedad de mi mujer a quien adoro, me tiene muy entristecido.
Su libro de V. es para mí un solaz y un consuelo.Sus poemas son admirables y por ellos veo que su lira se enriquece con nuevas cuerdas como un árbol con ramas nuevas. Las Marinas me han entusiasmado. Ellas me recuerdan sensaciones de mi infancia, cuando yo vivía en esos puertos atlánticos.Hoy que tanto se ha hecho rastrera y banal la musa de la juventud, es V. de los pocos, poquísimos, que conservan pura y acorde la lira de Apolo. Conservo sus libros, sus portentosos libros, y los leo y releo con delectación quizá morbosa, pues harto sé que en ellos hay tanta belleza como amargura.
En breve publicaré un librito «Campos de Castilla» en el cual va un poemilla que dedico a V. y titulado «Las tierras de Alvargonzález». Hace ya muchos meses que está en poder de «Renacimiento» y no sé a qué aguardan para publicarlo.
Ruégole que me escriba algo de su vida.
Quede con Dios y sepa cuánto le admira y quiere
Antonio Machado
¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo,
la sierra gris y blanca,
la sierra de mis tardes madrileñas
que yo veía en el azul pintada?

Por tus barrancos hondos
y por tus cumbres agrias,
mil Guadarramas y mil soles vienen,
cabalgando conmigo, a tus entrañas.

Camino de Balsaín, 1911


miércoles, 25 de abril de 2012

Cambiar las palabras o cambiar la realidad

Todas las opiniones difundidas en las últimas semanas relacionadas con el género —suscritas por académicos, especialistas en sexismo, lingüistas o polemistas en general— tienen razón, aun pareciendo enfrentadas.
La discusión existe, creo, porque el problema se aborda desde perspectivas discrepantes, no porque esté sometido a discrepancia el fondo del asunto: la necesidad de eliminar cualquier discriminación, incluida la que propicie el lenguaje.
Por un lado escriben quienes creen que las palabras pueden cambiar la realidad. Y por otro, quienes sostienen que es la realidad la que cambia las palabras. Dicho de una forma más técnica: quienes ponen su punto de mira en los significantes y quienes se fijan más en los significados.
La historia de la lengua nos ha enseñado que esos dos fenómenos transformadores son posibles, si bien el primero (“las palabras cambian la realidad”) suele obtener logros solamente pasajeros; y sin embargo útiles.
El punto de encuentro es posible porque ambos fenómenos buscan el mismo objetivo: mejorar la realidad
Por ejemplo, en los eufemismos se desvanece con los años el efecto perseguido; porque modifican la percepción de la realidad —no tanto la realidad misma—, pero sólo durante un periodo. No por decir “reforma fiscal” desaparece la subida de impuestos; y además al cabo de un tiempo ya todo el mundo sabe lo que significa realmente “reforma fiscal”.
Eso se debe a que el contexto suele afectar al significado de cada vocablo, como ha estudiado la pragmática (Austin, Grice y compañía). Quizás la expresión “los derechos de los españoles y las españolas” se asocie en nuestro contexto a una mera diferencia de sexo en una situación de igualdad jurídica; pero podemos dudar si sucederá lo mismo al decir “los derechos de los saudíes y las saudíes”. Tal vez en este segundo caso el contexto nos haga separar a los saudíes de las saudíes, en la misma estructura gramatical que juntaba a los españoles y a las españolas. Dicho de otro modo: no por ser iguales en el lenguaje somos iguales en la sociedad.
Intentaré explicarme mejor.
La palabra “llave” designó siempre un objeto metálico que sirve para abrir y cerrar las puertas. Sin embargo, en el hotel nos dan una tarjeta de plástico y nos dicen “aquí tiene usted su llave”. Por tanto, ha cambiado la realidad sin que cambie la palabra que la nombra. Siguiendo con el mismo vocablo, no es lo mismo decir “no olvides esa llave” cuando el contexto implica que podemos despistarnos y dejarla sobre la mesa, que “no olvides esa llave” cuando se lo dice el entrenador al yudoca.
Si nuestro contexto específico modifica en cada caso las palabras, es posible por tanto que dejen de parecernos sexistas algunas expresiones cuando haya dejado de serlo la realidad que las enmarca.
Llevado todo esto al problema de la discriminación o la ocultación de la mujer, da la sensación de que las posturas se dividen entre quienes esperan que los cambios sociales modifiquen los significados (como está sucediendo con “mujer pública”, por ejemplo) y quienes prefieren actuar primero y con urgencia sobre los significantes (y elegir “la judicatura” en vez de “los jueces”, o “el profesorado” en vez de “los profesores”).
Hasta hace sólo unos años, en efecto, “mujer pública” era sinónimo de prostituta (frente al significado de “hombre público”). Tal vez no resulte osado sostener ahora que dentro de muy poco nadie hará aquella asociación, habiendo ya casi tantas mujeres como hombres en el desempeño político.
En definitiva, un grupo piensa que se cambiará antes la realidad si se cambian primero las palabras, y el otro cree que cambiar la forma de hablar de millones de personas puede ser incluso menos rápido que cambiar la realidad. Por el contrario, quienes critican esta segunda perspectiva opinan que, así como son necesarias las cuotas para que la mujer ocupe su lugar (y yo estoy a favor de las cuotas), hace falta intervenir en el idioma para acelerar también la igualdad gramatical y social. Y muchas de sus recomendaciones, en efecto, se pueden cumplir sin esfuerzo ni artificio: “los derechos de la persona” en vez de “los derechos del hombre”, por ejemplo.
Ahora bien, tenemos un problema: en tanto que los contextos intervengan en los significados, estamos perdidos si queremos gobernar solamente las palabras.
A la última rueda de prensa de la Moncloa asistieron cerca de treinta periodistas, y nadie pensará al leer esto que se trataba sólo de hombres, porque estamos acostumbrados a ver a muchas mujeres en ese escenario. Pero si alguien dice “diez policías intervinieron en el rescate”, es muy probable que pensemos en diez hombres, porque la policía todavía está formada principalmente por hombres; y sin embargo ninguna de esas palabras del sujeto gramatical tenía marca de género. Y si decimos “al concurso de belleza se presentaron 23 jóvenes” (tomo el ejemplo de Álvaro García Meseguer, autor de varias obras sobre sexismo lingüístico), quien lo escuche habrá pensado en 23 mujeres, porque la mayoría de los concursos de belleza son femeninos.
El día en que los concursos de belleza masculinos sean tan numerosos y mediáticos como los femeninos, la percepción cambiará; y lo mismo ocurrirá, en sentido contrario, cuando en las operaciones policiales intervengan en igual medida mujeres y hombres.
Pero tanto cambian la realidad y el contexto nuestra percepción de los vocablos, que una expresión inclusiva como “mis padres” (nadie habría dudado hasta hace poco que eso incluye al padre y la madre) puede dejar de serlo, y parecer ambigua a medida que se den más casos de hijos con dos padres varones.
No tenemos la forma de calcular si resultará más rápido cambiar los significantes que usan millones de personas o más rápido cambiar esta realidad tan masculina para cambiar así nuestros significados. Por tanto, podemos considerar las dos posturas igualmente bienintencionadas, y pensar que con ambas se puede avanzar hacia el objetivo.
El punto de encuentro parece posible, en definitiva, porque el propósito común es mejorar la realidad. Si partimos de eso y los dos grupos saben escucharse sin prejuicios, el diálogo entre ellos resultará más rico y menos desabrido.

Álex Grijelmo es periodista y autor de varios libros sobre el periodismo y el lenguaje.

Fuente :http://elpais.com/elpais/2012/04/13/opinion/1334317018_255863.html

lunes, 23 de abril de 2012

¡FELIZ DÍA DEL LIBRO Y DE LAS BIBLIOTECAS!


Homenaje a las bibliotecas públicas

Chiste de Forges en El País del 23 de abril de 2012


Qué mejor homenaje a las Bibliotecas Públicas que este chiste del genial dibujante Forges, aparecido hoy en el periódico el Pais . El 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro. Esta fecha (el 23 de abril de 1616 fallecían Cervantes y Shakespeare) fue escogida por la Conferencia General de la UNESCO para rendir un homenaje mundial al libro y sus autores, y alentar a todos a descubrir el placer de la lectura.

domingo, 22 de abril de 2012

"Cuando mi sufrimiento se incrementó, pronto me di cuenta de que había dos maneras con las que podía responder a la situación: reaccionar con amargura o transformar el sufrimiento en una fuerza creativa. Elegí esta última. (Martin Luther King).

LA ALGARROBA


LEYENDA QUICHUA

Era en tiempos de los Incas. Los quichuas adoraban con sumo respeto y
con las principales honras a Viracocha, señor supremo del reino.
También adoraban a Inti, a las estrellas, al trueno y a la tierra.
Conocían a esta última con el nombre de Pachamama, que es como decir
“Madre Tierra” y a ella acudían para pedir abundantes cosechas, la feliz
realización de una empresa, caza numerosa, protección para las
enfermedades, para el granizo, para el viento helado, la niebla y para
todo lo que podía ser causa de desgracia o sinsabor.
Levantaban en su honor altares o monumentos a lo largo de los caminos.
Los llamaban apachetas y consistían en una cantidad de piedras
amontonadas unas encima de las otras, formando un pequeño montículo.
Allí se detenía el indio a orar, a encomendarse a la Pachamama, cuando
pasaba por el camino al alejarse del lugar por tiempo indeterminado o
simplemente cuando se dirigía al valle llevando sus animales a pastar.
Para ponerse bajo la protección de la Pachamama, depositaba en la
apacheta, coca, Ilicta, o cualquier alimento que tuviera en gran estima,
seguro de conseguir el pedido hecho a la divinidad.
Respetuoso de la tradición y de las costumbres, el pueblo quichua jamás
había olvidado sus obligaciones hacia los dioses que regían sus vidas.
Pero llegó un tiempo de gran abundancia en que los campos sembrados de
maíz eran vergeles maravillosos que daban copiosa cosecha, la tierra se
prodigaba con exuberancia y la ociosidad fue apoderándose de ese pueblo
laborioso que, olvidando sus obligaciones, abandonó poco a poco el
trabajo para dedicarse a la holganza, al vicio y a la orgía.
Se desperdiciaba el alimento que tan poco costaba conseguir, y con las
espigas de maíz, que las plantas entregaban sin tasa, fabricaban chicha
con la que llenaban vasijas en cantidades nunca vistas.
Fue una época sin precedentes. El vicio dominaba a hombres y mujeres.
Ellos, en su inconsciencia, sólo pensaban en entregarse a los placeres bebiendo de continuo y con exceso, comiendo en la misma forma y danzando durante todo el tiempo que no dedicaban al sueño o al descanso.

Los depósitos repletos proveían del alimento necesario y nadie pensó que
esa fuente que les proporcionaba granos y frutos en abundancia, se
agotaría alguna vez.

El desenfreno continuaba y nada había que llamara a ese pueblo a la reflexión y a la vida ordenada y normal.
Llegó la época en que se hacía imprescindible sembrar, si se pretendía cosechar.
Pero nadie pensaba en ello. Inti, entonces, al comprobar que el pueblo desagradecido olvidaba los favores brindados por la Pachamama, queriendo darles su merecido,
resolvió castigarlos.
Con el calor de sus rayos, que envió a la tierra como dardos de fuego,
secó los ríos y lagunas, los lagos y las vertientes, y como
consecuencia, la tierra se endureció, las plantas perdieron sus hojas
verdes y sus flores, los tallos se doblaron y los troncos y las ramas de
los árboles, resecos y polvorientos, parecían brazos retorcidos y sin
vida.

En los graneros aun quedaban alimentos, y en los cántaros, chicha.
¿Qué importancia tenía, entonces, para esas gentes, que las plantas se
secaran y que el río hubiera dejado de correr, y seco y sin vida,
mostrara las paredes pedregosas de su lecho?


Mientras durara la chicha no podría desaparecer la felicidad ni la
alegría.
Pero un día llegó en que, con asombro, comprobaron que los
graneros no eran inagotables y que para servirse de sus granos y de sus
frutos, era necesario depositarlos primero. El alimento comenzó a escasear, y con ello las penurias, la miseria y el hambre hicieron su aparición. Recapacitaron entonces los quichuas, decidiendo volver a trabajar los campos y a sembrarlos. Pero el castigo de Inti no había terminado y la tierra, cada vez más reseca y dura, no se dejaba clavar los útiles con que pretendían labrarla y así era imposible poner la semilla.
La desolación y la miseria fueron las soberanas de ese pueblo que, en un
instante, olvidó las leyes de sus dioses y sus obligaciones con la
vida. Los animales, flacos, sin fuerzas, morían en cantidad y parecía mentira
que esos campos, que al presente se asemejaban al más desolado de los
páramos, hubieran podido ser, alguna vez, praderas alegres cubiertas de
hierbas y de árboles o de extensas plantaciones de maíz, en las que los
frutos se ofrecían generosos. Los niños, pobres víctimas inocentes de los pecados y de la disipación de los mayores, débiles, flacos, con los rostros macilentos, los ojos
grandes y desorbitados, verdaderos exponentes de miseria y de dolor,
sólo abrían sus bocas resecas para pedir algo que comer.
Los más débiles morían sin que nadie pudiera hacer algo por ellos.
El sol caía a plomo. De una de las casas de piedra que se hallaban en
los alrededores de la población, una mujer salió, corriendo desesperada.
Era Urpila, que, enloquecida porque sus hijos morían de hambre y de sed,
arrepentida de las faltas cometidas en los últimos tiempos y enrostrando a todos su vergüenza, su pecado y su olvido de Inti y de la Pachamama, corría a la primera apacheta del camino a pedir protección a la Madre Tierra y a depositar su ofrenda de coca y de Ilicta, últimas porciones que había podido conseguir.
Llegó a la apacheta y casi sin fuerzas, comenzó:
Pachamama, Madre Tierra, Kusiya... Kusiya...
Lloró y se desesperó ante el altar de la diosa, prometiendo enmienda y sacrificios.
Extenuada, sin fuerzas para continuar, se sentó en el suelo, apoyando su
cuerpo cansado en el tronco de un árbol que crecía a pocos pasos y
cuyas ramas secas parecían retorcerse en el espacio. Tan grande era su
fatiga, tanta su debilidad, que, vencida, bajó la cabeza y no tardó en
quedarse profundamente dormida. Tuvo sueños felices.
La Pachamama, valorando su arrepentimiento, llenó su alma de visiones de
esperanza y acercándose a ella, con toda la grandeza que como diosa le
concernía, le habló generosa:
— No te desesperes, mujer.
El castigo ha dado sus frutos y el pueblo,
arrepentido como tú misma, de su ocio y de su desenfreno, retornará a su
existencia anterior, que es la justa, la verdadera.
La vida renacerá
sobre la tierra que volverá a brindar sus frutos y su belleza.
Cuando despiertes, y antes de irte, abre tus brazos y recibe las vainas
que ha de regalarte este “Árbol”, desde hoy sagrado.
Que las coman tus hijos y los hijos de las otras madres, que con ellas calmarán su hambre y apagarán su sed.
Tu humildad y tu arrepentimiento han hecho posible este milagro que Inti realiza para ti. Cuando Urpila despertó creyó morir, tal era su decepción. El aspecto de la tierra en nada había variado y la visión había desaparecido.
Se convenció de que su sueño había sido sólo eso: un sueño.
Pero, recapacitando, volvieron a su mente las palabras de la Pachamama y recordó al “Árbol”. Levantó entonces sus ojos hacia las ramas que parecían secas, y tal como la diosa lo anunciara, las vainas doradas se ofrecían a su desesperación como una esperanza de vida. Cambió en un instante su estado de ánimo dándole fuerzas extraordinarias. Se levantó ansiosa y cortó los frutos generosos hasta que entre sus brazos no cupieron más. Entonces corrió al pueblo, hizo conocer la nueva y todos se lanzaron a buscar las milagrosas vainas color castaño, mientras ella repartía entre
sus hijos el tesoro que encerraban sus brazos de madre y que le había concedido la Pachamama...

El pueblo volvió a la vida y veneró desde entonces al “Árbol Sagrado” que fue su salvación y que, a partir de ese día, les brindan pan y bebida que ellos reciben como un don. Ese árbol venerado es el algarrobo, que tiene la virtud, además de las nombradas, de ser, en tiempos de grandes sequías, el único alimento de los animales.

Somos amigos de la tierra


El 2012 es el 42 aniversario del Día de la Tierra y además se celebra el Día Internacional de la Madre Tierra, proclamada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2009 para recordar al ser humano la obligación de preservar y respetar la riqueza natural con la que comparte el planeta.

El escritor José Saramago nos contó una vez la siguiente historia:

José SARAMAGO"Un día su papá se enfermó. Cuando ya estaba en un estado muy delicado llegó una ambulancia para trasladarlo al hospital. El papá de José hizo su valija, salió hacia la huerta que tenia frente a su casa, miró detenidamente las plantas, las flores y los árboles que él había plantado, cuidado y ayudado a crecer.

Uno a uno fue abrazando, a cada árbol, porque cada uno era muy especial. Fue despidiéndose de ellos porque sabía que tal vez no volviera nunca más a su casa.

Y así ocurrió. El papá de José Saramago falleció, pero pudo despedirse y abrazar a sus árboles que tanto quería.

En mi casa, cuando riego las plantas o les limpio las hojas o les pongo tierra nueva, siento que ellas reviven esplendorosas como agradeciéndome lo que hago por ellas; pero lo que mis plantas no saben es que yo hago eso para agradecerles el esfuerzo que hacen por purificar el aire y embellecer la vida".

sábado, 21 de abril de 2012

El buen momento


Aquel momento que flota
nos toca de su misterio.

Tendremos siempre el presente
roto por aquel momento.

Toca la vida sus palmas
y tañe sus instrumentos.
Acaso encienda su música
sólo para que olvidemos.

Pero hay cosas que no mueren
y otras que nunca vivieron
y las hay que llenan todo
nuestro universo.

Y no es posible librarse
de su recuerdo.

De "Alegría" (1947 )

Pepe

(Hierro)

Recordando a José Hierro


Este año se celebra el décimo aniversario de la muerte de José Hierro, "Pepe", como a él le gustaba que le llamaran.
José Hierro era un hombre del Renacimiento: escribía, pintaba y sabía música. Coincidiendo con el décimo aniversario de su muerte salen a la luz sus pinturas y dibujos inéditos en una antología que reúne sus mejores poemas.
Bajo el título Hierro ilustrado. Antología gráfica y poética, la obra recoge una selección de sus pinturas que se encontraban en el archivo de la Fundación Centro de Poesía José Hierro, en Getafe (Madrid).

El libro, que será presentado el próximo 23 de abril en Getafe, deja ver, a través de casi cien imágenes, una de las facetas menos conocidas del autor.

jueves, 19 de abril de 2012

Una duda muy frecuente

Imprimir. ‘Marcar sobre papel u otra materia [un texto, un dibujo, etc.] por medios mecánicos o electrónicos’ y ‘dar a alguien o algo [un determinado carácter, estilo, etc.]’. Tiene dos participios: el regular imprimido y el irregular impreso. Aunque existe hoy una clara tendencia, más acusada en América que en España, a preferir el uso de la forma irregular impreso, ambos participios pueden utilizarse indistintamente en la formación de los tiempos compuestos y de la pasiva perifrástica: «Habían impreso en su lugar billetes de a cien» (GaMárquez Amor [Col. 1985]); «La obra [...] circulaba dos años después de haber sido impresa en una ciudad protestante» (Trabulse Orígenes [Méx. 1994]); «En total se han imprimido 35 000 carteles» (Mundo [Esp.] 11.11.96); «Esta obra ha sido imprimida por La Torre de Papel» (Prensa [Nic.] 21.10.97). En función adjetiva se prefiere en todo el ámbito hispánico la forma irregular impreso: «Contempló una vez más la imagen impresa en la tarjeta postal» (Martini Fantasma [Arg. 1986]) (Diccionario Panhispánico de Dudas).

CELEBRACIÓN DEL DÍA DEL LIBRO

El IES Francisco Ayala va a celebrar el Día del Libro durante las jornadas del 22 y el 23 de abril.
-22 de abril: Estaremos en la Feria del Libro de Hoyo de Manzanares de 11:00 a 14:30 h. Allí entregaremos los premios del Concurso de Marcapáginas.
-23 de abril: Haremos entrega de los premios del Concurso de Ortografía y del Concurso de Lectura en Público. Leeremos fragmentos de El Quijote (en diversos idiomas), de la obra de Dickens (en español y en inglés) y algunos poemas de José Hierro.  Los alumnos del Taller de Teatro han preparado una pequeña actuación.
También haremos entrega de los marcapáginas ganadores, impresos por gentileza del Excelentísimo Ayuntamiento de Hoyo de Manzanares.


domingo, 15 de abril de 2012

Encuentro con Fernando Lalana. Últimas noticias

El jueves 12 recibimos a Fernando Lalana. Los alumnos de primero conversaron con él sobre La tuneladora y el resto de su obra. Fernando recomendó la lectura de otras novelas que tienen también como protagonista a Fermín Escartín, como Amsterdam Solitaire y El Caso Galíndo. También los animó a leer su última novela, Parque Muerte, apta para jóvenes y no tan jóvenes.
Nuestros alumnos del Taller de Teatro, Paloma González e Ismael Ocaña, representaron con gran éxito de crítica y público su obra El viaducto de los suicidas, que él solo había visto en escena una vez hace muchos años.
Finalmente, firmó los libros de los alumnos que se lo pidieron.
Muchas gracias a Fernando, que una vez más mostró su cariño a este instituto; a nuestros excelentes actores, de los que nos sentimos muy orgullosos, y al público, que mantuvo un extraordinario silencio y participó en la charla haciendo gala de una admirable madurez.

Saki, La reticencia de Lady Anne


Egbert entró en la amplia sala oscura con el aire de quien no sabe si entra a un palomar o a un polvorín y viene preparado para ambas contingencias. No habían rematado la pequeña disputa doméstica sostenida durante el almuerzo, y ahora la cuestión era tantear hasta qué punto lady Anne estaba de humor para renovar o abandonar las hostilidades. Su postura en el sillón junto a la mesa de té era más bien elaborada y tiesa; y en la penumbra de la tarde decembrina los anteojos de Egbert no ayudaban gran cosa a discernir la expresión de su cara.
Para romper el hielo superficial que pudiera existir, Egbert dijo algo sobre lo tenue y místico de la poca luz. Alguno de los dos solía hacer esta observación entre las 4:30 y las 6 en las tardes de invierno y finales de otoño; hacía parte de su vida conyugal. Carecía de respuesta fija, y lady Anne no adelantó ninguna.
Don Tarquinio se encontraba tendido sobre la alfombra persa, calentándose a la lumbre del hogar con majestuosa indiferencia por el posible mal humor de lady Anne. Su pedigrí era tan intachablemente persa como la alfombra, y su pelaje entraba ya en el esplendor de un segundo invierno. El criado, que tenía inclinaciones renacentistas, lo había bautizado don Tarquinio. De ser por ellos, Egbert y lady Anne de seguro le habrían puesto Pelusa; pero no eran personas obstinadas.
Egbert se sirvió el té. Como nada indicaba que el silencio fuera a ser roto por iniciativa de lady Anne, se dispuso a realizar otro esfuerzo heroico.
-Lo que dije al almuerzo tenía intenciones puramente académicas -anunció-; pero parece que le das un sentido innecesariamente personal.
Lady Anne continuó atrincherada en el silencio. El pinzón real llenó aquel vacío con una perezosa melodía de Iphigénie en Tauride. Egbert la reconoció al punto, puesto que era la única tonada que el pinzón sabía silbar, y les había llegado con fama de silbarla. Tanto Egbert como lady Anne habrían preferido algo salido de Terrateniente de la Guardia, la ópera favorita de ambos. En cuestiones artísticas tenían gustos similares. Se inclinaban por lo honesto y explícito en el arte: una lámina, por ejemplo, que pusiera una historia delante de los ojos, con la ayuda generosa del título. Un corcel de guerra sin jinete y con los arreos en patente desorden, que entra trastabillando a un patio lleno de pálidas mujeres al borde del desmayo, y con la anotación marginal de "Malas Nuevas", les sugería la clara lectura de algún desastre militar. No les costaba ver lo que quería comunicar y podían explicarlo a otros amigos de inteligencias más obtusas.
Persistía el silencio. Por regla general, los disgustos de lady Anne se volvían verbales y pronunciadamente desbocados tras cinco minutos de mutismo introductorio. Egbert tomó la jarra de leche y vertió parte de su contenido en el platillo de don Tarquinio. Como el platillo estaba lleno hasta el borde, el resultado fue un feo derrame. Don Tarquinio lo miró con sorprendido interés, que se desvaneció en una esmerada indiferencia cuando Egbert lo llamó a que lamiera algo del líquido rebosado. Don Tarquinio estaba dispuesto a desempeñar muchos papeles en la vida, pero el de aspiradora de alfombras no era uno de ellos.
-¿No crees que nos estamos comportando como un par de tontos? -dijo él de buen humor.
Si lady Anne pensaba igual, no lo expresó.
-Supongo que yo en parte he tenido la culpa -prosiguió Egbert, mientras se le iba evaporando el buen humor-. Mira, después de todo soy humano. Pareces olvidar que soy un ser humano.
Insistía en ello como si corrieran rumores infundados de que tuviese contextura de sátiro, con prolongaciones cabrunas donde la parte humana terminaba.
El pinzón volvió a entonar la melodía de Iphigénie en Tauride. Egbert se iba sintiendo deprimido. Lady Anne no bebía su té. Tal vez se sentía indispuesta. Pero cuando lady Anne se sentía indispuesta no solía ser reservada al respecto. "Nadie sabe lo que me hace sufrir la mala digestión" era una de sus afirmaciones favoritas. Ahora bien, esta ignorancia sólo podía deberse a oídos defectuosos: la información disponible sobre el tema habría suministrado material suficiente para una monografía.
Era evidente que lady Anne no se sentía indispuesta.
Egbert empezaba a creer que recibía un trato irracional; y, naturalmente, comenzó a hacer concesiones.
-Tal vez -observó, centrándose en la alfombra hasta donde se dignó permitirle don Tarquinio- toda la culpa ha sido mía. Estoy dispuesto a emprender una vida mejor, si con eso las cosas recuperan las buenas perspectivas.
Se preguntó vagamente cómo podría lograrlo. Ya entrado en años, las tentaciones le llegaban de modo vacilante y sin mucha insistencia, como un recadero de la carnicería que pide un aguinaldo en febrero con la débil excusa de que olvidaron dárselo en diciembre. No tenía más planes de sucumbir a ellas que de comprar las boas de piel y los cubiertos de pescado que algunas damas se ven forzadas a ofrecer con pérdida, mediante el expediente de las columnas de avisos, durante el año entero. Con todo, había algo impresionante en aquella espontánea renuncia a posibles monstruosidades soterradas.
Lady Anne no dio señas de estar impresionada.
Egbert la miró con inquietud a través de los espejuelos. Llevar la peor parte en una discusión con ella no era nada nuevo. Llevar la peor parte en un monólogo era una humillante novedad.
-Voy a cambiarme para la cena -anunció, con voz a la que pretendió dar una sombra de dureza.
En la puerta, un ataque postrero de debilidad lo impulsó a hacer un nuevo intento.
-¿No estamos siendo muy absurdos?
"¡Qué idiota!" fue el comentario mental de don Tarquinio cuando la puerta se cerró tras la retirada de Egbert; y luego alzó en el aire las aterciopeladas zarpas delanteras y saltó ágilmente a una estantería que estaba justo bajo la jaula del pinzón. Por vez primera parecía notar la existencia del pájaro, pero en realidad llevaba a efecto un viejo plan de ataque, madurado hasta la precisión. El ave, que se había creído una especie de déspota, se comprimió de súbito a un tercio de su porte normal, y echó a batir las alas desesperadamente y a emitir chirridos estridentes. Aunque había costado veintisiete chelines sin la jaula, lady Anne no dio señal de intervenir.
Hacía dos horas que estaba muerta.

viernes, 13 de abril de 2012

UNA MUJER EXCEPCIONAL: MARÍA MOLINER




Recomendación: Vida de María Moliner  es la biografía escrita por  Pilar Rubio López  

 Y si queréis saber algo más de la autora, visitad su página,  ver el siguiente vídeo



            y, sobre todo, consultar su diccionario: aquí tienes un enlace.

miércoles, 11 de abril de 2012

El triunfo de los mediocres

Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que
económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de
los banqueros o la prima de riesgo. Asumir que nuestros problemas no
se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de
medidas urgentes o una huelga general. Reconocer que el principal
problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir,
para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país
mediocre. Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la
mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena
que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente. Hemos
creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más
populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina,
los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los
únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan.
Porque son de los nuestros. Estamos tan acostumbrados a nuestra
mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado  natural
de las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas al deporte, nos
sirven para negar
la evidencia.
Mediocre
es un país donde sus habitantes pasan una media de 134
minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente
basura. Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un
presidente que hablara inglés o tuviera unos mínimos conocimientos
sobre política internacional. Mediocre es el único país del mundo que,
en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las
asociaciones de víctimas del terrorismo. Mediocre es un país que ha
reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar
a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado. Mediocre es un
país que no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo
y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.
Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro, que
sin embargo, encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles
de un país vecino bromean sobre sus deportistas. Es mediocre un país
donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es
marginada –cuando no robada impunemente- y la independencia
sancionada. Un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración
nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que
buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por
políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean
de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes
que ridiculizan al compañero que se esfuerza.
Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo
de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos
opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de
la mediocridad.

David Jiménez.
Artículo de su blog: http://davidjimenezblog.com/2012/02/28/el-triunfo-de-los-mediocres/

lunes, 9 de abril de 2012

sábado, 7 de abril de 2012

ENCUENTRO CON FERNANDO LALANA


El día 12 de abril recibiremos la visita del escritor Fernando Lalana, que mantendrá un encuentro con nuestros alumnos de 1º de ESO.
Como sabéis los que habéis leído sus novelas, se trata de un excelente escritor que, además, ha sido premiado con el máximo galardón que, en España, puede recibir un autor de novelas juveniles, el Cervantes Chico.
Los alumnos del Taller de Teatro van a hacerle un regalo muy especial, representarán su obra teatral El viaducto de los suicidas.
Mientras llega el día del encuentro con este autor, que nos visitó en 2010 y al que consideramos un buen amigo del instituto, os invito a visitar su página web, que está llena de información interesante y de regalos. Página web de Fernando Lalana

jueves, 5 de abril de 2012

lunes, 2 de abril de 2012

2 DE ABRIL, DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO INFANTIL


El 2 de abril se celebra el Día Internacional del Libro Infantil. La celebración fue promovida por el IBBY (International Board on Books for Young People) y eligió esta fecha por coincidir con el aniversario del nacimiento del escritor danés Hans Christian Andersen.

La finalidad de esta fiesta es promocionar los buenos libros infantiles y juveniles y la lectura entre los más jóvenes.

Cada año, un país miembro del IBBY se encarga de editar el cartel anunciador y de difundir el mensaje dirigido a los niños. Este año, el responsable es IBBY-México. El autor del mensaje es el escritor Francisco Hinojosa y el ilustrador Juan Gedovius.


En esta página podrás leer el mensaje de este año y su ilustración