Atractores extraños, de Javier Moreno
Quod erat demostrandum
Sean A y B dos móviles, distantes entre sí algo, equivalente a doce pianos de cola, por ejemplo. A y B serían idénticos si uno no se llamase A y otro B. A y B son solo un paradigma del principio de no contradicción. Si A, entonces no B, y viceversa. Ya me entienden. A A le gustaría dejar de ser A. A no sabe que salen en direcciones opuestas. Su destino, eso no está muy claro todavía, quizá sea el de encontrarse. Algo sospechan. Por eso se pusieron en movimiento. A y B son observados por una cantidad indeterminada de gente (este será un problema con público). A y B cumplen una función sociológica. Con esto quiere decirse que hay quien apuesta por A y hay quien lo hace por B. El motivo de la apuesta no está muy claro, ya que entre A y B no se ha establecido ningún tipo de competición (ninguna evidente, al menos). Pero eso no importa. Yo voy con A. Tú vas con B. No me preguntes por qué. Algo que ayuda a mantener el orden social. El equilibrio, digamos. A A y a B les separan tan solo seis -acaso siete- pianos de cola. A, a su pesar, se siente cada vez más A. Algo que también le ocurre a B. El público no comprenderá que A dejara de ser A para convertirse en otra cosa, ni siquiera en algo tan bonito como una alondra. De B opinan otro tanto. A y B no pueden decepcionarlos. Siguen su camino. Si rectificaran sus trayectorias pasarían el uno junto al otro, de largo, a la distancia suficiente para saludarse como quien se obliga a un compromiso. Pero no se deciden. Las reglas del problema son estrictas. Ya solo hay un piano de cola entre ellos, entre A y B, a punto ya de configurar, si no una palabra, al menos un prefijo: AB, algo que sirva para las abscisas, para absolver, la partícula necesaria para lograr el absoluto. Ya están a punto de rozar sus narices. Casi. Hasta que ocurre. El momento esperado. La solución al problema. Chocan. Se produce el estallido. Las palmas de las manos del público ni siquiera tienen tiempo de caer la una sobre la otra para prorrumpir en una aplauso. La explosión extiende súbitamente sus llamas. Todo queda calcinado. En un instante. Un puñado de ceniza.
El tema tiene enjundia...Y mis neuronas se hacen un lío entre el principio de no contradicción, la Teoría del caos, las relaciones entre causas y efectos, y el lenguaje como sistema abierto...¡ Puf, que poquito sé de casi todo!. Me lo voy a leer otra vez, más despacio...
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