Entre sus escritos destacan las traducciones de la obra de Rabindranath Tagore, artículos como: "Juan Ramón y yo", cuentos como: “A narrow escape” (Una escapada milagrosa), “Malgrat”, “The garret I have known” (El desván que he conocido), “A dog hero”, “When Grandmother went to school” (Cuando mi abuela asistía a la escuela), y un Diario que escribió a lo largo de los casi veinte años que duró su vida en el exilio. Redactado parte en inglés y parte en español, la obra nos revela el carácter extraordinario de quien fuera la esposa del poeta Juan Ramón Jiménez.
Entrelazados con la vida activa de su autora, se recogen en este monólogo sus estados de ánimo, los de su marido, sus frustraciones y ambiciones, sus reflexiones respecto al poeta y a su entorno. El Diario destaca por su valor como obra intimista, lo que pone de manifiesto la competencia literaria de la autora, y su importancia como testimonio histórico y documental:
Diario I: Cuba (1937-39)
Diario II: Estados Unidos (1939-50)
Diario III: Puerto Rico (1951-56)
[La Habana, jueves 11 de marzo de 1937]
Descanso al mediodía, después de una mañana de tanto escribir a máquina. Juan Ramón está tan feliz después que trabajamos juntos. Esta mañana dijo: “Esto es lo único que vale la pena, este trabajo que hacemos juntos”, y parecía muy contento. Qué bendición tenerlo suficientemente aislado como para que no piense en esta terrible tragedia que nos llena a los dos de inquietud. Él está acostumbrado a trabajar sobre el manuscrito primero y luego coge la copia inicial a máquina, vuelve sobre ella y a menudo dicta una tercera vez; ya que las páginas a máquina son más claras, y es más fácil repasarlas, aunque el manuscrito se ve mucho más atractivo desde un punto de vista estético. Me gustaría conservar estos manuscritos. Es muy interesante estudiar las etapas progresivas de su trabajo, pero mientras va dictando tacha las palabras una a una, o, al final, rompe el papel en pedacitos con deleite, como si fuera un trabajador quitando el andamio. [...]
[La Habana, viernes 14 de mayo de 1937]
Sin lugar a dudas no nací para revolucionaria. Prefiero sacar provecho de las circunstancias existentes mejorándolas en vez de virarlo todo al revés, corriendo el riesgo de que funcione o no el nuevo experimento. El problema es que soy escéptica en cuanto a todos estos rimbombantes programas políticos para redimir a la humanidad. Y, sin embargo, supongo que si no hubiese algunos reformadores tercos para espolearnos no progresaríamos mucho. He estado trabajando todo el día corrigiendo pruebas y me gustaría dejarme hundir holgazanamente en un hueco. No, definitivamente, el mundo no progresaría mucho si tuviera que depender de mí, pero por otra parte no soy un estorbo, por estar muy ocupada con mis propios asuntos.
[Miami, martes 12 de marzo de 1940]
Hoy
fue un mal día para mí. Empecé con ganas de escribir un cuento y
escribí una página y media con gran estilo y concentración hasta que
vino J. R. con una larga diatriba sobre el comer fuera, echarse a perder
el estómago y envenenarse el organismo durante una semana. Las ideas se
me esfumaron, así es que me puse el sombrero y me fui al mercado.
Cuando regresé, no pude continuar ni concentrarme con la tensión de que
en cualquier momento me pudiera llamar para escribir a máquina. Por la
tarde, fuimos a dar una vuelta en el coche para explorar los
alrededores, pero sin ningún resultado, pues el día era cálido y no
había muchos árboles. Regresamos, y J. R. empezó a quejarse
constantemente del ruido que se oía cada vez que yo trataba de volver la
página del periódico, lo que hacía con el mayor cuidado. Luego, cuando
estábamos escribiendo a máquina, Mrs. Lowe vino un momento para
invitarnos a un concierto y J. R. estuvo a punto de ponerse furioso por
la interrupción. Después de escribir a máquina, mencioné que quería oír
a Kalterborn y J. R. dijo: “¿Ahora?” Esto fue el colmo; así es que me
monté en el coche y me fui a un lugar tranquilo donde pudiera pensar en
un plan para no pasarme toda la vida como si estuviera en la sala de
espera de una estación: esperando a cocinar o escribir a máquina para J.
R. Desayuno a las 8 a. m. Máquina a las 10. Almuerzo a la 1. Máquina a
las 3:30. Cena a las 7:30, lo que no me deja tiempo entre medias para
hacer siquiera un viaje a Miami, por no hablar de citarme con alguna
amiga. También la traducción está atrasada, porque no hay una hora al
día en que pueda escribir a máquina sin molestar a JR.
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