La ausente
Nuevamente, detrás de cada tronco
muestra el puñal la ausente, ya olvidada.
La que creían muerta, vive, acecha
con su poder artero entre la sombra
de las horas que, aún lejos, merodean.
El palacio mirífico del hielo
va deshaciendo su firmeza en lágrimas
y se desploman sus invulnerables
olas, tan bienamadas del cilicio,
porque vuelve y el vaho que se desprende
de sus ansiosos poros va infundiendo
una tácita ira. La borrasca
cuyos ojos prometen la centella,
posándose en los ámbitos arrulla
o abre su cola vesperal de calma.
muestra el puñal la ausente, ya olvidada.
La que creían muerta, vive, acecha
con su poder artero entre la sombra
de las horas que, aún lejos, merodean.
El palacio mirífico del hielo
va deshaciendo su firmeza en lágrimas
y se desploman sus invulnerables
olas, tan bienamadas del cilicio,
porque vuelve y el vaho que se desprende
de sus ansiosos poros va infundiendo
una tácita ira. La borrasca
cuyos ojos prometen la centella,
posándose en los ámbitos arrulla
o abre su cola vesperal de calma.
Las aceradas lanzas de los astros,
implacables, se alargan punzadoras
y alas húmedas pasan, alas tibias,
alas negras, velludas, perfumadas.
implacables, se alargan punzadoras
y alas húmedas pasan, alas tibias,
alas negras, velludas, perfumadas.
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