domingo, 17 de julio de 2011

La cita de la semana

Bueno me despido hasta septiembre, espero que las circunstancias me permitan seguir con vosotr@s. Feliz verano.

"No hay cincuenta maneras de combatir, sólo hay una: VENCER"
ANDRÉ MALRAUX

MI QUERIDA TIERRA

Ya es hora de perder
la inocencia, ese

estupor de las criaturas que todavía
no pudieron hacerse cargo
de la memoria

del mundo al que recién nacieron.

Pero nosotros, los hombres
grandes ya, podemos olvidar, sabemos
perfectamente qué tendríamos

que hacer para dañar
el presente, para romperlo.

Aquí nadie
tiene derecho a distraerse,
a estar asustado, a rozar
la indignación, a exclamar su sorpresa.


FRANCISCO URONDO

Narración de la semana


"Al día siguiente, 16 de julio, seguí el mismo camino y avanzando más allá encontré que el arroyo y las sabanas se iban perdiendo y que la región era más boscosa. Hallé diferentes frutos, en especial melones en abundancia y uvas entre los árboles. Las viñas habían crecido entremezcladas en los árboles, y magnñificos racimos ya maduros pendían de las ramas. Tan extraordinario descubrimiento me llenó de alegría, pero tuve cuidado de no excederme en la cantidad de uvas que comía porque recordaba lo sucedido en Berberia, donde muchos ingleses esclavos perecieron a causa de las fiebres y disentería que les produjo comer demasiada cantidad de esa fruta. Se me ocurrió que la mejor manera de aprovecharlas era ponerlas a secar al sol para conservar las pasas que tan grato me resultaría comer en las épocas en que ya no hubiera uvas maduras en las viñas."
DANIEL DEFOE


domingo, 10 de julio de 2011

La cita de la semana


"La lectura no es lo mismo a los veinte años que a los sesenta. El joven lo lee todo. El anciano no lee sino lo que lee. El joven lo lee todo y de todo aprovecha poco. El anciano lee poco y de lo poco lo aprovecha todo. Con la edad las lecturas se van reduciendo. Decía un filósofo que lo grave es saber no lo que se ha de leer, sino lo que "NO" ha de ser leído. El viejo sabe - cuando es docto - lo que no ha de leerse". Azorín

domingo, 3 de julio de 2011

Elegía a Ernest Hemingway


Los que arrastramos un pescado, o una vaca negra,
como el Viejo Amargo del Mar de las Antillas,
los que apacentamos una gran culebra por el llano
arrojamos tu ataúd como un sauce de pelos.

¡Qué golondrina, que sueño sobrevolaba tu corazón cuando mostrabas el pecho en armas, como el dios-padre de los mitos desaparecidos ! porque, ciertamente, en la niebla coloquial, en el designio raro, eras la almendra sobre el tizón negro, cayendo en la eternidad, riente, inmemorial, con la bala llorando en la piedra del ojo.

Puro de alcohol, profundo como el aroma del tabaco,
augur estupefacto sobre la tierra,
montaste a la vida como a un perro,
mordiendo su oreja verde, sonriendo en la tormenta como un búfalo,
y rendido
entre el vino y la mujer, tu barba
de macho perdurable, tu barba de poderoso velamen,
era la barca fenicia y roja en el rescoldo de los días.
Desde mi cojera invernal, yo, americano inerme,
hijo de extraviadas religiones, pusilánime

estrecho tu brazo peludo de triunfador.

Mahfud Massís

La capital del mundo


Ayer se celebraron los cincuenta años de la muerte de Ernest Hemingway. Escritor norteamericano, miembro de la llamada "generación perdida" y gran amante de nuestro país.
LA CAPITAL DEL MUNDO es uno de sus cuentos:

"Hay en Madrid infinidad de muchachos llamados Paco, diminutivo de Francisco. A propósito, un chiste de sabor madrileño dice que cierto padre fue a la capital y publicó el siguiente anuncio en las columnas personales de El Liberal: PACO, VEN A VERME AL HOTEL MONTAÑA EL MARTES A MEDIODÍA, ESTÁS PERDONADO, PAPÁ; después de lo cual fue menester llamar a un escuadrón de la Guardia Civil para dispersar a los ochocientos jóvenes que se habían creído aludidos. Pero este Paco, que trabajaba de mozo en la Pensión Luarca, no tenía padre que le perdonase ni ningún motivo para ser perdonado por él. Sus dos hermanas mayores eran camareras en la misma casa. Habían conseguido ese empleo simplemente por haber nacido en la misma aldea que otra ex camarera de la pensión, que con su asiduidad y honradez llenó de prestigio a su tierra natal y preparó buena acogida para la gente que de allí llegase. Dichas hermanas le habían costeado el viaje en ómnibus hasta Madrid y obtenido su actual ocupación de aprendiz de mozo. En la aldea de donde provenía, situada en alguna parte de Extremadura, imperaban condiciones de vida increíblemente primitivas, los alimentos escaseaban y las comodidades eran desconocidas, y tuvo que trabajar mucho desde muy pequeño.

Se trataba de un muchacho bien formado, con cabellos muy negros y más bien crespos, dientes blancos y un cutis envidiado por sus hermanas. Además, poseía una sonrisa cordial y sencilla. Su salud era excelente, cumplía a las mil maravillas con su trabajo y amaba a sus hermanas, que parecían hermosas y avezadas al mundo. Le gustaba Madrid, que todavía era un lugar inverosímil, y también su trabajo, que llevaba a cabo entre luces resplandecientes y con camisas limpias, trajes de etiqueta y abundante comida en la cocina, todo lo cual le parecía excesivamente romántico".