sábado, 29 de octubre de 2011

La fiesta de Halloween


Origen celta


Snap-Apple Night pintado por el artista irlandés Daniel Maclise e inspirado en una fiesta de Halloween a la que asistió en Blarney (Irlanda) en 1832.


Halloween tiene su origen en una festividad céltica conocida como Samhain, que deriva del irlandés antiguo y significa fin del verano. Los antiguos britanos tenían una festividad similar conocida como Calan Gaeaf. En el Samhain se celebraba el final de la temporada de cosechas en la cultura celta y era considerada como el “Año Nuevo Celta”, que comenzaba con la estación oscura.

Los antiguos celtas creían que la línea que une a este mundo con el Otro Mundo se estrechaba con la llegada del Samhain, permitiendo a los espíritus (tanto benévolos como malévolos) pasar. Los ancestros familiares eran invitados y homenajeados mientras que los espíritus dañinos eran alejados. Se cree que el uso de trajes y máscaras se debe a la necesidad de ahuyentar a los espíritus malignos. Su propósito era adoptar la apariencia de un espíritu maligno para evitar ser dañado. En Escocia los espíritus fueron suplantados por hombres jóvenes vestidos de blanco con máscaras o la cara pintada de negro.

Las hogueras también desempeñaron un papel importante en las festividades. Todos los otros fuegos se apagaban y en cada hogar se encendía una hoguera en la chimenea. Los huesos de los animales sacrificados se lanzaban a la hoguera.

Otra práctica común era la adivinación, que a menudo implicaba el consumo de alimentos y bebidas.


Las citas de esta semana


"A veces un No niega más de lo que quería, se hace múltiple... un No da miedo. Hay que dejarlo siempre al borde de los labios y dudarlo. O decirlo tan suavemente que llegue a soner como un ." Pedro Salinas
"La mayoría de las personas tienen miedo a la muerte porque no han hecho algo en la vida." Peter Ustinov

El día de difuntos


El día de difuntos de 1836. Fígaro en el cementerio

En esta duda estaba deliciosamente entretenido el día de los Santos, encomendábame a todos ellos con tanta esperanza, que no tardó en cubrir mi frente una nube de melancolía; pero de aquellas melancolías de que sólo un liberal español en estas circunstancias puede formar una idea aproximada. Quiero dar una idea de esta melancolía, un hombre que cree en la amistad y llega a verla por dentro, un inexperto que se ha enamorado de una mujer, un heredero cuyo tío indiano muere de repente sin testar, un tenedor de bonos de Cortes, una viuda que tiene asignada pensión sobre el tesoro español, un diputado elegido en las penúltimas elecciones, un militar que ha perdido una pierna por el Estatuto, y se ha quedado sin pierna y sin Estatuto, un grande que fue liberal, y que se ha quedado sólo liberal, un redactor del Mundo en la cárcel en virtud de la libertad de imprenta, un ministro de España y un Rey, en fin, constitucional, son todos seres alegres y bulliciosos, comparada su melancolía con aquélla que a mí me acosaba, me oprimía y me abrumaba en el momento de que voy hablando. (...)

lunes, 24 de octubre de 2011

Manifiesto del Día Internacional de las Bibliotecas

 

(Por gentileza de Puri)

TORTUGAS GIGANTES DE BIBLIOTECA

24 octubre, 2011
Recuerdo que una vez me contaron una historia preciosa.
Trataba sobre una persona que llevaba a cuestas una biblioteca. Con su fardo cargado de libros iba a todos aquellos lugares a los que solo había llegado la pobreza, los desastres o las guerras. Repartía libros entre los jóvenes y los niños, y entre los más mayores. Y se quedaba una temporada para que todos tuvieran tiempo de leer sus historias. Así los niños podían soñar con patas de palo y polvo de hadas, alas de mosca y agua de luna; los jóvenes con amores y desamores, con cometas en el aire; los mayores, con otros cielos, otras vidas, otras tierras, con el frágil hilo que une los sueños a la esperanza.
Qué hermosa idea la de poder llegar con una biblioteca a todas partes. Una biblioteca ambulante. Porque una biblioteca se puede llevar en una maleta, en una bicicleta, en unas alforjas o en el fondo del zurrón. Incluso ahora, con los tiempos que corren, hasta en la palma de la mano. O en el bolsillo del pantalón. Qué bella idea la de transportar tu propia biblioteca, y acceder a su contenido bajo la sombra de una encina.
Les revelaré algo que muy pocos saben: las tortugas gigantes son auténticas bibliotecas ambulantes. Me refiero a las tortugas gigantes del Pacífico, las que llegan siempre tarde a todo lo que acontece. Y es que son tan pesadas, es tan lento su caminar, que cuando consiguen llegar ha pasado todo y ya no ocurre nada. Si quieren enterarse de algo han de pedir que les cuenten lo ocurrido. Las tortugas gigantes guardan todas las historias dentro de su caparazón y, al ser tan longevas, mantienen viva la memoria de las islas. Nada queda en el olvido.
En las bibliotecas – ya se lleven en un zurrón, en un caparazón o en una maleta, ya sean estables o ambulantes-, el tiempo parece detenerse. En su interior, las personas deambulan de acá para allá, sin bullicio, cuidadosas. En ocasiones hasta se puede escuchar el murmullo de las palabras volando entre los estantes.
Al entrar en una biblioteca nos transformamos en tortugas gigantes. Tortugas gigantes de bibliotecas. Miramos, buscamos, deseamos comer higos chumbos. Caminamos despacio apartando las prisas. Preguntamos, escuchamos, agradecemos, encontramos, acariciamos con el índice los lomos, tocamos, abrimos. Una lágrima resbala por nuestra mejilla y se detiene en los labios.
Leemos:
“ Con su fardo en el hombro recorría los estrechos senderos por los que casi nadie caminaba. Llegaba así con los libros de su particular biblioteca a las alquerías más alejadas, a los cortijos y poblachos de las sierras, perdidos en el tiempo. Y en boca de todos estaba siempre aquella persona cargada de historias y sueños, portadora de esperanza,”
En las bibliotecas descubrimos, aprendemos, nos informamos, sentimos. Vivimos otras vidas. Imaginamos que somos tortugas gigantes. Que guardamos bajo nuestro caparazón las historias que nos han contado, los libros que hemos leído y los libros que soñamos algún día poder leer.
Somos auténticas bibliotecas ambulantes… y esa lágrima sabe a mar.
Pilar López Ávila

sábado, 15 de octubre de 2011

¿No os gustaría conocer a Julia?

http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-mitad-invisible/mitad-invisible-palabras-para-julia-jagoytisolo/1212198/

Palabras para Julia

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.


Hija mía, es mejor vivir
con la alegría de los hombres,
que llorar ante el muro ciego.


Te sentirás acorralada,
te sentirás perdida o sola,
tal vez querrás no haber nacido.


Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto,
que es un asunto desgraciado.


Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.


Un hombre solo, una mujer
así, tomados de uno en uno,
son como polvo, no son nada.


Pero yo cuando te hablo a ti,
cuando te escribo estas palabras,
pienso también en otros hombres.


Tu destino está en los demás,
tu futuro es tu propia vida,
tu dignidad es la de todos.


Otros esperan que resistas,
que les ayude tu alegría,
tu canción entre sus canciones.


Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.


Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.


La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares,
tendrás amor, tendrás amigos.


Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.


Perdóname, no sé decirte
nada más, pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.


Y siempre, siempre, acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

(José Agustín Goytisolo).

lunes, 3 de octubre de 2011

Ru, de Kim Thúy

Jeanne, nuestra hada con camiseta y medias rosas, con una flor prendida en el pelo, liberó mi voz sin haber utilizado las palabras. Nos hablaba -a los nueve vietnamitas de la escuela primaria Saint-Famille- con música, con sus dedos, sus hombros. Nos mostraba cómo ocupar el espacio a nuestro alrededor abriendo los brazos, levantando el mentón, respirando a pleno pulmón. Revoloteaba a nuestro alrededor, como un hada, con sus ojos acariciándonos uno tras otro. Su cuello se prolongaba para formar una línea continua con su hombro, su brazo, hasta la punta de los dedos. Sus piernas hacían grandes movimientos circulares como para barrer las paredes, remover el aire. Gracias a Jeanne aprendí a desprender mi voz de los recovecos de mi cuerpo para que pudiera alcanzar el borde de mis labios.