domingo, 17 de noviembre de 2013

Mujeres del 27


Concepción Méndez Cuesta, conocida como Concha Méndez, fue una escritora española de la Generación del 27, especialmente conocida por su obra poética.  Nació en Madrid en 1898.  Se educó en un colegio francés cuya influencia se observó en sus primeros versos. Durante la primera guerra mundial  conoció a Luis Buñuel quien contribuyó a su conocimiento del Siglo de Oro. Amiga de García Lorca y  de Rafael Alberti, frecuentó reuniones, lecturas poéticas y exposiciones.



En 1926 publicó su primer libro, «Inquietudes», dos años después, «Surtidor» y «Canciones de mar y tierra» en 1930.


Allá, por los años veinte, gracias a su infatigable y activa aportación a las letras, fue llamada la mujer de la vanguardia madrileña.

La segunda etapa de su obra está marcada por su matrimonio con el poeta Manuel Altolaguirre, su maternidad, el exilio  y su posterior separación matrimonial. 

Junto con su marido contribuye a la difusión de la obra del grupo del 27, editando colecciones de poesías y revistas como Poesía, Héroe, 1616, y Caballo verde para la poesía. Tras la guerra civil se exilian  a Paris, y La Habana, aquí hasta 1943. Un año después llegan a México donde se separan. 


Concha Méndez y Manuel Altolaguirre 


«Vida a vida» , «Niño y sombras» y «Lluvias enlazadas», son los tres poemarios que forman parte de esta etapa.
 De 1944 a 1979, dejó de publicar, aunque en el año 1976 se editó una Antología poética. En 1979 apareció su último libro Vida o río. Aunque hizo un viaje a Madrid en 1966, siguió en México hasta su fallecimiento en 1986. En 1991 se publicaron sus Memorias habladas, memorias armadas, obra compilada a partir de unas cintas que había ido grabando su nieta, Paloma Ulacia Altolaguirre.




  











Os dejo aquí alguno de sus poemas:


Quisiera Tener Varias Sonrisas


Quisiera tener varias sonrisas de recambio
y un vasto repertorio de modos de expresarme.
O bien con la palabra, o bien con la manera,
buscar el hábil gesto que pudiera escudarme…


Y al igual que en el gesto buscar en la mentira
diferentes disfraces, bien vestir el engaño;
y poder, sin conciencia, ir haciendo a las gentes,
con sutil maniobra, la caricia del daño.


Yo quisiera ¡y no puedo! ser como son los otros,
los que pueblan el mundo y se llaman humanos:
siempre el beso en el labio, ocultando los hechos
y al final… el lavarse tan tranquilos las manos.


Todo, menos venir para acabarse...

Todo, menos venir para acabarse.
Mejor rayo de luz que nunca cesa;
o gota de agua que se sube al cielo
y se devuelve al mar en las tormentas.

O ser aire que corra los espacios
en forma de huracán, o brisa fresca.
¡Todo, menos venir para acabarse,
como se acaba, al fin, nuestra existencia!


Eran verdes como un mar...


Eran verdes como un mar,
con reflejos de alto cielo.
-¡Qué bien sabían mirar!-
unos ojos que recuerdo.

En la penumbra lucían
con una luz de misterio,
como dos claros abismos
abiertos a mil deseos.

Muchas horas tuve cerca
los ojos verdes aquellos,
que implorantes me miraban
¡y yo hacia por no verlos!

Y hoy que mirarlos quisiera,
están tan lejos..., ¡tan lejos!




1 comentario:

  1. Hola, estoy buscando el libro de Memorias de Concha Méndez que está descatalogado, ¿sabrías a donde puedo dirigirme?, ¿me puedes ayudar un poquito? Muchas, muchas gracias y perdona las molestias.

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