domingo, 24 de noviembre de 2013

MUJERES DEL 27

Ernestina de Champourcín 

es otra de las grandes  olvidadas, pérdidas para el presente de la generación del 27. Mujer del poeta Juan José Domenchina,  secretario de Manuel Azaña durante la guerra.
  
Otra mujer poeta relegada a segundo o tercer plano por ser mujer en la generación del 27. Gerardo Diego sufrió presiones para no incluirla en la obra antológica Poesía española contemporánea, pero tanto Domechina como Ernestina aparecieron en la segunda edición. Josefina de la Torre y Ernestina de Champourcin fueron las dos únicas mujeres incluidas en la antología


Ernestina nació en Vitoria en1905, pero su infancia transcurrió 
en Madrid, donde además de cursar sus estudios, se inició en
la poesía. 
Cuando acabó los primeros estudios en el colegio del Sagrado Corazón, su padre la matriculó como alumna libre del Instituto Cardenal Cisneros. Recibía clases particulares en su casa y logró obtener el título de Bachillerato en dos años. Le hubiese gustado continuar con los estudios universitarios, pero al ser mujer debía acudir a las clases acompañada por una persona de más edad y esta condición le hizo desistir de la idea.
Fue discípula de Juan Ramón Jiménez y estuvo unida por estilo y amistad a los poetas del 27.

Fue una precursora nata,  discípula de Concha Méndez, compañera de Juan Ramón Jiménez y de  Zenobia, comprometida con la República. El exilio y la  posguerra dieron un  un vuelco a su obra hacia el intimismo.  
Creó El Liceo femenino junto con Concha Méndez, María de Maeztu y María Baeza, entre otras y   fue secretaria de la institución hasta que se cerró por la Guerra Civil. En este liceo femenino organizaban actos culturales y tertulias con grandes intelectuales y artistas.

Al que sería su esposo y compañero hasta su muerte en 1959, lo conoció en 1930 en la tertulia del Café Regina, a la que eran asiduos escritores como Valle-Inclán o Max Aub.

Por esa época, ya se había ganado el reconocimiento de la crítica, con tres poemarios: En silencio (1926), Ahora (1928) y La voz en el viento (1931) y sus colaboraciones literarias en El Heraldo y La Época.


Al terminar la guerra se exilian a Francia y más tarde a Méjico, donde Ernestina es recibida como poeta por periódicos y revistas.  Durante sus primeros años allí escribió numerosos versos para revistas como Romance y Rueca. Sin embargo, su actividad creativa se fue reduciendo debido a las necesidades económicas que le llevaron a privilegiar su trabajo de traductora para el Fondo de Cultura Económica y de intérprete para la Asociación de Personal Técnico de Conferencias Internacionales. 
No volvió a publicar un poemario hasta 1952: Presencia a oscuras, que puede considerarse como  fruto de esos años de exilio que le habían llevado a una crisis espiritual que, a través de  su incorporacion al Opus Dei, se resolvió en una conversion religiosa y en la búsqueda de una nueva poética, de una peticion de la palabra a Dios.

  En 1957 muere su marido  y ella regresa a España en el año 1972.
La dificultad que experimentó para volver a adaptarse a la vida madrileña después de tantos años provocó en ella sentimientos que le hicieron revivir el primer viaje a México y dieron lugar a Primer exilio (1978). Los sentimientos de soledad y de vejez y una invasión de recuerdos de los lugares en los que había estado y las personas con las que había vivido fueron inundando cada uno de sus posteriores poemarios: La pared transparente (1984), Del vacío y sus dones  (1993) y Presencia del pasado (1996).

  Ernestina murió en Madrid retirada y olvidada por todos en Marzo de 1999.


No hay comentarios:

Publicar un comentario