domingo, 29 de diciembre de 2013

MUJERES DEL 27

Cierro esta serie sobre las mujeres del 27 con María Zambrano, ensayista y filósofa española, discípula de Ortega y Gasset, una de las figuras capitales del pensamiento español del siglo XX.

María Zambrano Alarcón (Vélez, Málaga, 22 de abril de 1904 - Madrid, 6 de febrero de 1991).  
A los cuatro años se traslada a Madrid, y de allí a Segovia, donde transcurre su adolescencia. Cursa estudios de Bachillerato.  De 1924 a 1927  estudia  Filosofía en Madrid asistiendo a las clases de José Ortega y Gasset, de Manuel García Morente, Julián Besteiro y de Xavier Zubiri.




Durante este periodo participa en movimientos estudiantiles y colabora con diversos periódicos. Desde 1931 ejerce como profesora auxiliar de la Cátedra de Metafísica en la Universidad Central, y en 1932 colabora en publicaciones como la Revista de Occidente, Cruz y Raya y Hora de España. En estos años que preceden al exilio entabla amistad con los miembros de la Generación del 27: Luis Cernuda, Emilio Prados, Miguel Hernández y Jorge Guillén, entre otros. Viaja a La Habana y conoce allí a José Lezama Lima, además de pronunciar una conferencia sobre José Ortega y Gasset. 

 Al estallar la guerra regresa a España para colaborar con la República; reside en Valencia y Barcelona hasta 1939, año en que cruza la frontera francesa hacia el exilio. Tras pasar por ciudades como París, Nueva York o La Habana se instala en México, donde imparte clases de Filosofía en la Universidad de San Nicolás de Hidalgo de Morelia. En México conoce a Octavio Paz y León Felipe. 

En este año comienza un periodo de intensa actividad literaria marcada por el exilio y publica: 
Pensamiento y poesía en la vida española y Filosofía y poesía



En 1946 viaja a París, donde conoce a Albert Camus y a René Char. De 1948 a 1953 reside en La Habana y posteriormente en Roma, donde escribe algunas de sus obras más importantes, como El hombre y lo divino, Los sueños y el tiempo y Persona y democracia

En Roma entabla relación con otros españoles exiliados como Ramón Gaya, Rafael Alberti o Jorge Guillén. En 1964 abandona Roma para instalarse en Francia, donde comienza una especie de retiro filosófico. 
De regreso a España comienza una nueva etapa de actividad intelectual dedicándose a la reedición de obras ya publicadas y a la escritura de numerosos artículos. El reconocimento a su obra comienza en 1981 cuando se le otorga el Premio Príncipe de Asturias y culmina en 1988 al recibir  el Premio Cervantes de Literatura. 



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